literature

1 A1 Historia de Menoscero

Deviation Actions

Mortdres's avatar
By
Published:
217 Views

Literature Text

La Historia de Menoscero

Me llamo Menoscero, ese es mi nombre; Al menos, el único que recuerdo.
Soy un mago; en un principio un mago oscuro. Un practicante de magia oscura.

Mi historia comienza en una familia humilde, en unas tierras irregulares, poblada por una docena de pueblos gobernados por un severo duque, que al igual que yo, era un mago oscuro.
Nadie tenía más de lo que podía necesitar, por lo que la idea de la riqueza era algo desconocido para mí en un principio.

Era un chico normal, participativo, enérgico, de buena actitud que amaba a su familia tanto como esta le amaba a él. La única virtud inusual y que desconocía, es que yo era el séptimo hijo de un séptimo hijo. Y al parecer, aquellos que nacen en esa situación, suelen tener una especial afinidad por la magia.

Hubo una mala época en el pueblo; las cosechas eran malas, los asaltantes y las fieras se convirtieron en una amenaza constante, y los impuestos subieron para garantizar la seguridad de los pobres habitantes que únicamente deseaban ganarse la vida.
Llegó un momento, en que la vida se hizo imposible, la depresión y la desesperanza eran lo único que imperaba.
Algunos de mis familiares murieron por la hambruna, la enfermedad, o de otra forma más violenta.

Entonces, el duque se presentó en nuestra choza, sin que nadie lo esperara o le anunciara. Y expuso un trato: había notado mi poder latente, para todos, desconocido, y quería adiestrarme. Mis padres no estaban muy convecidos, tenían miedo del duque pues no se fiaban de él, tenían miedo por mí por lo que pudiera hacerme a mí, un niño de apenas ocho años.
Por supuesto, el duque tenía recursos planeados de antemano; ofreció una generosa suma, con la que podría vivir toda mi familia sin preocupaciones durante años, hábilmente maquilló su oferta como un generoso ofrecimiento de adiestrar a uno de sus hijos en un oficio rentable y preciado, de asegurarle un porvenir y sustento.
Pero para ello yo debía entregarme voluntariamente.
Mis padres tenían dudas, pero la situación desesperada de todos nosotros requería una solución rápida, nuestros estómagos estaban vacíos y de ahí a un mes bien podría morir alguno más de nosotros por la mala alimentación y condiciones de vida a las que ahora nos veíamos sometidos.

Así pues, mis padres aceptaron y yo también.
El duque prometió cuidarme bien, y lo último que tuve de mis padres fueron sollozos de pérdida, idénticos a los míos.

Fue en parte duro adaptarse al cambio, me sentía solo como nunca había estado, pero el lujo y las necesidades saciadas, hacían todo más llevadero. A menudo, pensaba en mi familia, y al mismo tiempo, comparaba mi antigua vida con la que era ahora.
Como mi cama, que hacía tiempo había sido confortable, y que en la escasez, se había deteriorado hasta resultar incómoda e insuficiente para mí y un grupo de mis hermanos, con los que dormía. La cama que ahora usaba era mucho más blanda, suave y confortable de lo que nunca habría imaginado. Y me consolaba pensar, que gracias a ese trato, mi familia podría comprar una cama nueva y mejor, y que yo disfrutaba de otra muy buena también.


Me dejó muy claro la seriedad con la que esperaba que yo me implicara. Lo que a pesar de ser atemorizante, era poco necesario, pues siendo de familia humilde y un hijo menor, estaba acostumbrado a hacer todo lo que me decían, y a poner todo mi empeño en satisfacer las demandas de mis mayores.

Las artes mágicas son más entrincadas, enrevesadas y traicioneras de lo que parecen, y como debía hacerse, mi maestro tomó precauciones. Incluso mi propio nombre podría ser utilizado, así que con un encantamiento, lo borró de mi mente y de todos aquellos que lo habrían escuchado alguna vez.
Y en su lugar me dio uno nuevo “Menoscero”
En un principio me sentó como un robo, como si me hubiera arrebatado algo mío. Cosa que es verdad, y me esforcé inútilmente durante días por recordarlo. Pero con el tiempo, perdí interés y dejó de importarme.


Vivíamos en un castillo; Castillo que ahora sé, es bastante pequeño, comparado por las bastas propiedades de otros, pero que para mi era “La casa más grande del mundo” únicamente destacaba por la gran torre centra donde el maestro tenía su biblioteca y estudios privados.

El duque se reveló a sí mismo como un hombre de gran conocimiento, durante meses me enseñó a leer, a escribir, a contar e interpretar. Había muchas cosas que aprender, y aunque era un hombre de carácter seco, casi deprimente, si me era evidente, que apreciaba mi esfuerzo.
Llegué a apreciar mucho a ese hombre, a respetarlo y admirarlo. Se enfrentaba a dilemas y situaciones de tal complejidad, que ni siquiera mi padre habría sabido qué hacer.
Era rico y poderoso, no me cabía ninguna duda. Pero solo a través de mi aprendizaje, me llegué a dar cuenta de cuán importante era.


Y a parte de mi maestro, en el castillo había sirvientes que trabajaban para el duque: sirvientes, guardias y demás, quienes muchos de ellos vivían en el castillo.
Por entonces, aquel castillo se me antojó como un pueblo dentro de una casa gigantesca, y pese a mi timidez inicial, poco a poco, me familiaricé con ellos.
Me trataban con cortesía y yo me sentía a gusto con aquellas personas. Al menos, cuando mi maestro no estaba presente. Ellos, le tenían miedo.
Mi maestro me enseñaba que éramos diferentes al resto y que debíamos mantener distancias para que otros no si inmiscuyeran en nuestros asuntos.
Esa fue la única lección en la que nunca le hice caso. Simplemente no le veía sentido.

Actuaba distante y frío en su presencia, pero en su ausencia era uno más con el resto.
En especial entablé amistad con una muchacha varios años mayor que yo. Tenía el pelo largo y grueso de color castaño claro, que me trataba como a su hermano pequeño y a la que llegué a amar como si fuera mi hermana mayor.
Puede que se tratara a que veía algo en mí, a que me cuidó cuando estuve enfermo, o a que trabajara en el castillo más tiempo que muchos otros.

Siempre tenía un halo de tristeza a su alrededor que me preocupaba y me empeñaba en hacer desaparecer.

Pasaron los años, supe que el ducado se había recuperado rápidamente, y que la tierra era próspera y la gente vivía mejor que años antes de la escasez. Lo sabía no solo por las noticias y los chismes, si no por mi propio conocimiento adquirido.
Había pasado casi una década y yo apenas había salido del castillo, me había aplicado en mis estudios, fascinado por los resultados de mi aprendizaje, haciéndome a mí mismo un alumno entregado y entusiasta.

Serví bien a mi maestro hasta que terminé mi adiestramiento, con escasas menciones de fallas o desobediencias castigadas, que sabía me merecía.
Pero no fue hasta que transgredí la línea entre magos y gente corriente, que claramente me había definido mi maestro. Que todo se desmoronó.


El mismo día que el duque me había dado su mejor sonrisa, satisfecho, con orgullo de decir que había sido un alumno ejemplar y que había obtenido una puntuación excelente en mi prueba final; vi su peor cara: la de un tirano egoísta y engreído que se pensaba mejor que nadie.

Como celebración a mi éxito, decidí que unos cuantos sirvientes lo celebraran conmigo, mientras les hacía algunas demostraciones de lo que como mago podía hacer.
No tengo ni idea de cómo se me ocurrió el montar un escenario y a vista de todos mostrarles algunos de mis trucos mágicos, a modo de entretenimiento.

Fue entonces que mi maestro apareció, y lleno de cólera, me suprimió y azotó como nunca había hecho hasta que perdí el conocimiento.
Mi querida amiga fue la única que en vez de escapar o intentar pasar por una mancha en la pared, trató de impedirlo y como recompensa, recibió un golpe mágico de parte de mi maestro que la estrelló contra un barril y quedó sin sentido.

Pasaron unos días desde que me desperté en mi habitación, con el culo ardiendo en carne viva y los huesos doloridos.
No recibí comida ni agua y debí concentrarme y meditar para poder sobrevivir.
Gracias a mis artes mágicas, pude saber, que mi maestro estaba aun de muy mal humor. Que casi todos los asistentes a mi espectáculo salvo un par de ellos, habían sido echados del castillo.

Mi amiga se encontraba entre los que se habían quedado, y es que ella, no era como los otros. No era libre, no tenía un lugar donde volver, ya que mi maestro la había comprado como esclava.
Yo sabía la diferencia entre esclavitud y servidumbre. Algo que se había hecho poco patente en aquel lugar, ya que el duque trataba a todos por igual, siendo siempre exigente e impulsivo en ocasiones.
Pero ella “le” pertenecía, él podía hace lo que quisiera con ella. Y nadie podría juzgarlo mal.

Fue al tercer día, que mi amiga subió trayéndome algo de comida. Me percaté de inmediato de su preocupación y miedo, antes de que me dijera que mi maestro, al que llamaba “el amo”, no sabía que ella estuviera aquí.
Estaba preocupada por mí y procuraba más serme de apoyo que yo a ella.
Comí con gusto lo que me había traído y se lo agradecí.

Intentó ocultarlo, pero me di cuenta. Su espalda estaba llena de latigazos, de marcas dolorosas y horripilantes de castigo por ser mi amiga.
Fue ante mi indignación que el duque nos sorprendió de nuevo.
Ignoró mi presencia y mis palabras por completo. Y solo habló para mi amiga, que temblaba sin poder contenerse.
Le había prohibido a todo el mundo subir hasta que pasara una semana (algo imposible de sobrevivir sin comida ni agua) bajo pena de un castigo más severo.
Cuando la condenó a muerte allí, en ese momento, ella lloraba y negaba con la cabeza.
Intenté interponerme, pero no pude hacer nada: no tuvo más que señalarla para que su cuerpo quedara flácido como el de una muñeca, y se marchó, dejándome solo, con ella y mi desesperación.

Vinieron a por el cuerpo, sin dirigirme una palabra, a mí, un muchacho hecho un ovillo a su lado, llorando en mis palmas en silencio.
No sé si fue por la resignación, o por otra cosa, pero sobreviví hasta dos días después, cuando el duque me mandó llamar a su estudio privado.

Ahora el mundo había cambiado, o al menos mi visión de este. Todos estaban asustados, enfermizamente asustados, incluso de mí. Todo era más gris y silencioso. Y había cosas malas allí donde miraban.

Me reuní con mi maestro, aun demasiado afligido para sentir otra cosa.
No es que se disculpara, pero excusó lo que hizo, por mi desobediencia, me culpó de todo y continuó dándome lecciones de cómo ser un mago, de sus peligros y entresijos, mientras a mí me empezaba a doler la cabeza, me ardía el estómago y surgía en mi ser un gran sentimiento de odio y rechazo ante aquella persona.
Fuera por aquel golpe de realidad que pude vislumbrar, que puede entender una nueva forma de pensar; y ahora sabía que el dejarme encerrado una semana y matar a mi amiga estaba planeado, como habían estado planeadas otras artimañas en mi adiestramiento.

La diferencia, había residido en que en mi aprendizaje, me podía esperar y preparar cualquier cosa, pero en mi vida cotidiana, jamás había esperado tal maldad, de aquel hombre. Y pensé que incluso las dificultades a las que se había sometido mi familia los años previos al inicio de mi adiestramiento, podrían haber sido no más que una treta para asegurarse de obtener al aprendiz que quería reclutar.
Yo mismo era capaz de aquello en aquel momento.

Si eso implicaba ser un mago, si eso implicaba ser como aquel hombre, no quería serlo.

Mi opinión no necesitaba ser escuchada. Mi maestro era anciano, un erudito sabio con mucha experiencia. Y con un solo vistazo supo, que a partir de ahora solo podría controlarme mediante el chantaje.
Y me enseñó algo nuevo, la crueldad más allá de la muerte.

En un bote estaba mi amiga, su alma. La había encerrado allí mediante un encantamiento. Estaba encerrada y atrapada. En su versión más pura, en su propia esencia fuera del cascarón de su cuerpo, estaba asustada, avergonzada y desesperada.

Con un gesto, el malvado mago oscuro la hizo retorcerse de dolor. Sin voz, mi amiga gritó y me transmitió su agonía.
Había estudiado aquellas cosas, pero nunca con la idea de efectuarlas. Solo como teoría, como en teoría un tenedor puede usarse para sacarle un ojo a alguien. Nunca imaginé que lo vería.
Por fin las habladurías y el miedo de los sirvientes, adquiría un matiz nuevo y sin poder reprimirme me revelé ante mi maestro en ese instante. Someterme no me satisfacía y mi amiga no dejaría de sufrir por ello.

Y sin contenerme un ápice, desaté todo mi poder contra él.

Bien es que mi antiguo maestro no se lo esperaba, pero aunque yo era un mago plenamente formado, mi oponente era un mago con décadas de experiencia perfeccionando sus habilidades y que sabía mucho más que yo.

Me superaba ampliamente y como el chantaje no había dado resultado, intentó manipular mi mente. Arriesgado, pues si fallaba podría quedar inválido como un vegetal, pero plenamente efectivo de tener éxito.
Me convertiría en un sirviente leal que no recordaría ningún altercado.

¿Acaso había hecho eso alguna otra vez conmigo?
Esa idea me horrorizó, y mientras me resistía a su dominio, mientras contrarrestaba su inmenso poder apenas efectivamente, intenté con todas mis fuerzas, atacar a la desesperada con una treta.

Y ya fuera porque en verdad estaba teniendo cuidado en no arruinar los años de formación empleados en mí, porque se estaba conteniendo, o porque me subestimaba, penetré sus defensas y funcionó.
A los pocos segundos, el duque, yacía muerto ante mí, con una brecha en el pecho por la que podría haber metido un dedo hasta su muerto corazón, y derramaba su sangre por todo el suelo de piedra.

Agotado como estaba, jadeando, sudando y con la visión borrosa. Ni siquiera pensaba en qué estaba haciendo yo allí. Hasta que vi el bote conde estaba encerrada mi amiga, que lloraba y sonreía tapándose con las manos.

Tomé el bote y la miré, feliz por salvarla, pero triste sabiendo que jamás volveríamos a estar juntos, que jamás volvería a tocarla o verla.

Ella puso lo que sería su mano en el cristal y miró hacia arriba, hacia el tapón hermético del bote. Quería que la liberara.
Sin dudarlo, eso hice, y ella pudo salir, ocupando un espacio mucho más grande del que se habría podido introducir en la pequeña botella de cristal. Ahora ella volvía a tener su tamaño real, resplandecía más hermosa que nunca, me dedicó una sonrisa como pocas veces había podido y se esfumó.

Había sido esclava toda su vida de aquel hombre y su castillo, en la muerte, también la había apresado. Ahora era libre. Y yo lloré; feliz por ella, y triste porque la había vuelto a perder por segunda vez.


No sé qué me atrajo luego hacia aquel armario, pero nunca lo había visto abierto. Estaba cerrado con llave, una llave que encontré en un bolsillo del cadáver del duque. Y dentro había cientos. Cientos de almas encerradas en botes.

Si la idea de la esclavitud me disgustaba, la del robo y recolección de almas me resultó repugnante. No sabía de quiénes eran, pero sin ningún miramiento, las saqué todas y las estampé contra el suelo liberando a todas las almas presas.

Tardé un buen rato en finalizar la tarea, lo suficiente para que la sangre del duque cubriera gran parte del suelo, la cual me manchó las botas y la capa negras al salir.

Comí algo e hice saber a todos, que el duque estaba muerto.
Algunos no podían creerlo, otros lloraron por la razón que fuese, y un alto sirviente me aseguró que ahora yo era el dueño por derecho del castillo y las tierras.

A mí no me importaba, solo quería irme. No había nada para mí allí. Quería volver a casa. Mi verdadera casa.


Sabía lo suficiente para encontrar mi pueblo, yendo directamente a caballo, solo. Y en este, recordaba perfectamente cómo llegar a mi propia casa.
Pese al paso del tiempo, no había grandes cambios, salvo que estaba avandonada.
Abandonada y quemada.

Fuera, había tumbas. Las de mis padres y algunos de mis hermanos. Al parecer, había surgido un brote de una enfermedad terrible en aquella propiedad.

Los supervivientes se habían marchado.
Recordaba los nombres de mis padres e identifiqué las tumbas, pero mi propio apellido, me era totalmente ajeno.
¿Había sido aquel brote otra jugada de mi antiguo maestro? No podía saberlo.
Pero ese hombre me había robado hasta el nombre, no me era difícil culparle por esto también.

Pero no era ira lo que sentía. Si no vacío. Ahora era un sabio ilustrado en las artes de la magia, listo y poderoso. Pero no me quedaba nada: no era yo mismo, no tenía a nadie, ni una meta o aliciente para seguir vivo. Solo quería volver a los tiempos en los que era inocente y feliz.

Ante la tumba de mis padres me desmoroné en llanto preguntando a quien fuera, qué hacer a continuación.


Tuve respuesta inmediata.
Un hombre joven, de unos treinta años, un mago en apariencia, pero atlético como un guerrero me habló.
Según él, solo necesitaba una meta que mereciese la pena.
Era un rival de mi maestro, una de las personas más satisfechas conmigo en ese momento.
Era un mago de magia neutra, me habló de la enemistad con mi antiguo maestro, que había venido con la intención de matarme a mí también. Pero que se había dado cuenta de que yo, al contrario, no era malvado.
Y ante ello, me ofreció unir fuerzas con él, en ayudar a todas las familias que como la mía, lo único que querían era vivir felices y en paz. De hacer el mundo un lugar mejor.

Me consoló y me ofreció mi vida en adelante para que encontrara la felicidad, para que conociera gente que me hiciera feliz y llenaran el hueco que aquellos que había perdido habían dejado.
Su argumento me convenció y me ofrecí a ayudarle a crear su mundo mejor, una meta por la que parecía merecer la pena seguir adelante.


25-1-2016
Menoscero is a character from 1 A1 (codename by one of my projects) an old one.
-
Menoscero es un personaje de 1A1 (nombre en clave para uno de mis proyectos) uno bastante antiguo.

© 2016 - 2024 Mortdres
Comments0
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In